“Después encontramos la planta más bella

del paraíso, la planta feliz

que conserva la vida y la renueva

cuya raíz estaba,en el Cielo

y cuyas ramas se dirigen hacia la Tierra”

Poeta Frezzi

martes, 18 de mayo de 2010

RUTA DE LOS GRABADOS RUPESTRES

 

  Itinerario: Desde Castañar de Ibor, bajamos hasta el río Ibor y visitamos La Peña de la Pisá del Toro y la Mina del Ibor.

Distancia - 10,5 Km  Duración - 5,30 h  Dificultad - Baja

Sensaciones a flor de piel y los sentidos alerta. Piedras que nos hablan y nos rebelan algunos de sus secretos.

Salimos de Castañar de Ibor por el camino Los Lagares, el sol nos acompaña y hace una temperatura agradable, este camino es así llamado porque aquí se ubicaban varios lagares, que son lugares donde se molturaba la aceituna, tan abundantes por otra parte en estos pueblos. Por el margen derecho del camino transcurre el arroyo llamado también Lagares, por el mismo motivo, lleva abundante agua, los desagües de la población aportan caudal aunque no buen olor, algunas afloraciones de pizarra nos salen al paso. Se ven huertos con diversos cultivos, también chumberas de grandes dimensiones.IMG_1716

Bajando a la izquierda encontramos la Fuente El Helechal y el arroyo que la da nombre, éste desemboca en el de Los Lagares. Según vamos bajando, el camino se estrecha y se hace más abrupto, aunque no intransitable, vemos a nuestra derecha, dos grandes piedras muy singulares, que nuestra mirada e imaginación ansiosa por encontrar tesoros, nos hacen ver dos peces enormes, parecen siluros, y están varados en una orilla de este mar de olivos, en fin cada uno, a veces ve, lo que quiere ver, quien sabe…

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Cruzamos el Arroyo de Valledomingo, que también desemboca en el principal el Lagares. Los diversos taludes que sujetan la tierra de algunos olivares, están hechos con piedra, a veces alcanzan gran altura y algunos tienen incluso una especie de escaleritas, muy curiosas.

Seguimos bajando y a la izquierda vemos un enorme nogal, su entorno es muy húmedo, con musgo, helechos y vegetación similar, su tamaño nos indica que es bastante anciano, en verano, nos imaginamos que su sombra debe ser bastante acogedora. Más adelante a la derecha, nos fijamos en un habitante vegetal raro a esta altura, es el enebro, que casi siempre tiene su casa en alturas más elevadas, también encontramos rusco y muchos espárragos silvestres. DSC_0760

Se va abriendo el valle y esto nos anuncia la cercanía del río, algunos calizos se nos presentan en el camino, ofreciéndonos un lugar encantador, que nos invita a quedarnos, pero aún queda camino y debemos seguir. De nuevo tenemos que hacer una parada, pues un talud nos llama la atención, a nuestra derecha vemos una pared oradada por varios sitios, según nos cuentan, las cabras, abundantes en la zona, lamen estas piedras, para conseguir sal, un aporte más en su dieta, nosotros podemos probar… ¡las piedras están saladas!

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Seguimos y casi darnos cuenta, el río Ibor apareIMG_1814ce, el Arroyo Lagares desemboca, y el paisaje se abre, ofreciéndonos la visión de las sierras que el valle, por el que hemos bajado, nos ocultaba. Ahora las especies de ribera están muy presentes, alisos, álamos, juncos… y también peonias y brezo, el río lleva bastante agua, debido al invierno tan lluvioso que hemos tenido.

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Llegamos a una bifurcación en el camino, elegimos el de la derecha, que nos va a llevar a uno de nuestros destinos, mientras tanto, el sonido del agua y el canto de diversos pájaros nos acompaña y relaja, algunas construcciones antiguas nos llaman la atención.

Un poco más adelante nos damos de cara con una gran peña de caliza es La peña de la Pisá del Toro, uno de los puntos de interés en esta ruta, además de ser de un gran tamaño, tiene en algunas de sus paredes lienzos preciosos, donde laIMG_1826 mano de algún antepasado nos dejó su legado en forma de grabados y pinturas, abrimos bien los ojos y buscamos con avidez, los grabados están esperando ser descubiertos una vez más, anconiformes (formas humanas), pájaros, cruces, flechas, letras de algún alfabeto perdido y etc. etc. las piedras nos están hablando. Dos agujeros enormes, uno encima del otro, en uno de los laterales de la peña, nos hacen pensar en la entrada de una cueva, puede que la peña tenga huecos , y guarde gratas sorpresas en su interior, por el momento no lo podemos averiguar.

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Todavía asombrados, después de este primer encuentro, hacemos un descanso para comernos el bocata y cambiar impresiones, apetece quedarse pero debemos continuar.

Volvemos sobre nuestros pasos y en la bifurcación del camino, ahora seguimos, río arriba, vamos viendo muchos huertos de frutales y hortalizas con curiosas canalizaciones para el agua y albercas, también casas de veraneo modernas, pero lo que nos llama la atención son unas casitas de piedra que hay a ambos lados del camino, nos dan la sensación de antigua aldea perdida en el tiempo, nos encanta.

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Seguimos hacia delante y encontramos a la izquierda más piedras calizas, hemos llegado al segundo punto de interés, La Mina del Ibor. Rodeando la peña, subimos una pequeña cuesta bastante empinada y llegamos, una cavidad bastante grande se intuye en la pared de enfrente pero está tapada y varios agujeros a los lados sirven de entrada, el ambiente que allí nos rodea es especial los sentidos están alerta, los olores de las plantas que allí crecen y la tierra húmeda de ese lugar nos embargan, medio arrastrándonos, podemos entrar por uno de esos agujeros, sentimos la tierra en contacto con nosotros, es una nueva sensación que merece la pena, tratamos de no molestar mucho a un murciélago, único habitante que encontramos, aunque hay restos de otros inquilinos.

 

Después de este primer encuentro, que nos sirve de aperitivo, a tres o cuatro metros, hay otra entrada, es La Mina del Ibor, excavada en la roca, nos adentramos, ahora si que nos sentimos exploradores, con nuestras linternas en la cabeza, incipientes estalactitas nos reciben y acompañan por este pasillo abovedado de roca pura, la humedad chorrea por las paredes y está presente en el resbaladizo suelo de arcilla, el calor que generamos y la emoción, nos hacen sudar, pero seguimos adelante, pasando una estrechez en la roca, en la parte de arriba encontramos los grabados rupestres, éstos no hacen poner en marcha nuestra imaginación, los observamos con curiosidad y admiración, ¡nos hacemos tantas preguntas!, ¿quiénes eran esos hombres que dejaron sus huellas allí?, ¿cómo vivían?, ¿cómo era su entorno?, la piedra habla de nuevo , pero no nos desvela todos sus secretos.

Salimos de allí un poco alucinados, y emprendemos el camino, más adelante, encontramos restos de una antigua caleIMG_1962ra, según nos comentan, también puede ser la entrada a un pasadizo que atravesaba el río hasta la otra orilla, por el momento no lo podemos comprobar.

 

Después de un breve momento de descanso, estamos de vuelta al pueblo, ahora, por el camino de Navalmoral a Navalvillar, un carril ancho y bien preparado, vemos en un cerrete una yunta de mulos arando la tierra como antaño, una imagen que dentro de poco pasará a la historia. El camino empieza a subir, la cuesta se hace bastante pronunciada, hasta llegar a los primeros corrales y algunas casas.

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Estamos llegando al pueblo, y en este tramo final, una vez más son las piedras las protagonistas, tres cruces de granito y varios hitos de piedra con una cruz de hierro encima nos dan la bienvenida y a la vez nos despiden. Hemos llegado al punto de llegada, y nuestra mochila se encuentra ahora cargada de emociones.

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